La rabia, ¿la entendemos?
Nuestra reacción ante la rabia
Solemos ser poco agradecidos con la rabia cuando ésta nos llama a la puerta. Tendemos a colocar a esta emoción dentro del cajón de las “emociones negativas o malas”. ¿Por qué hacemos esto? Bien sabemos que es común que los demás reaccionen negativamente y con rechazo cuando manifestamos rabia o ira. De hecho, quién no ha recibido o no ha transmitido en alguna ocasión, un mensaje similar a: “No te enfades…”, “No me gusta verte así”, “Ya se te pasará”, “No tiene importancia…”. La rabia es una emoción fuerte, firme y poderosa, y, por tanto, es una emoción compleja de gestionar.
¿La colocamos en el cajón de las emociones «buenas»?
La rabia nos ayuda a detectar aquello que para nosotros ha resultado injusto, nos ayuda a salvaguardar nuestra autoestima. Es ese pequeño “ser” que nos defiende y nos protege de los ataques o agresiones, y nos impulsa a saltar los obstáculos y alcanzar nuestros objetivos.
De hecho, las personas que tienden a rechazar o negar el contacto con su rabia, son más propensos a padecer problemas de salud, tener altibajos, sufrir el rencor o padecer una depresión.
¿Y entonces, por qué nos genera tantas repercusiones la rabia?
Cuando la rabia se transforma en ira (siendo entonces muy intensa), es muy frecuente y duradera en el tiempo, empieza a generarnos consecuencias en nuestra vida individual, social, laboral y/o en la pareja. La ira se produce tras un cúmulo de rabia que no ha podido ser gestionada a tiempo. Tal emoción puede llegar a manifestarse en forma de insultos, amenazas y golpes a objetos o incluso a personas. La ira asusta, impone y exige, es autoritaria y coarta la libertad de los demás.
Además, tanto la rabia como en su defecto, su expresión más intensa (la ira), se guían de las interpretaciones que hacemos sobre las situaciones y experiencias que vivimos y es aquí donde a veces, estas interpretaciones son erróneas o están mal focalizadas. Como las interpretaciones no son algo que se ve a simple vista, solemos creer que la responsable de nuestros males es la emoción, en este caso la rabia, dado que ésta sí es capaz de ser observada por los demás, a través de las acciones y las conductas (insultos, amenazas, golpes, etc.).
¿Cómo suelen ser estas interpretaciones?
En las interpretaciones más comunes que preceden a una manifestación de la rabia o la ira solemos encontrar, baja tolerancia a la frustración, expectativas elevadas y, por tanto, no realistas, concepto negativo sobre uno mismo y por tanto baja autoestima, autoestima condicionada por los demás, y/o un intenso temor al abandono y a la consecuente soledad.
¿Cómo podemos gestionar nuestra rabia?
¡Aquí van algunas claves para identificar, expresar y gestionar nuestra rabia!
- Escucha a la rabia, si aparece es porqué te está indicando la existencia de un posible problema.
- Sé crítico/a y analiza tus interpretaciones, ¡no las des por hecho sin más!
- Recuerda todo lo que sufres luego y todo lo que sufren los de tu alrededor cuando tu ira ya ha explotado.
- Aprende a ser asertivo/a, expresa lo que sientes y tus opiniones sin agresividad.
- Respeta tus necesidades y sé coherente con ellas.
- Si es posible, ponle un toque de humor a tu frustración.
- Focaliza tu atención en todo aquello que estás descuidando, impidiéndote canalizar la ira.
- No siempre es posible ni útil, pero, ¡podemos pedir disculpas tras una conducta marcada por la rabia o la ira!
- Recuerda que la esencia y función de la rabia es muy adaptativa para nosotros, ¡no la menosprecies ni reniegues de ella!
Puedo ayudarte a gestionar tu rabia y tu ira. ¡No dudes en ponerte en contacto conmigo!
Alicia Canales Aguilar
Psicóloga y Psicóloga General Sanitaria.
Especialista en psicoterapia para adultos y terapeuta de parejas.
Col. núm. 18089.