Preguntas frecuentes

Responde a tus dudas por ti mism@ antes de acudir a un psicólogo.

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Un psicólogo es un profesional de la salud mental con una formación universitaria en Psicología, siendo la psicología, la ciencia que estudia los procesos mentales de las personas. Dentro de dicha ciencia existen diversas ramas, siendo la que nos ocupa, la branca de la clínica (sanitaria). Esta vertiente es la que se encarga de la evaluación, diagnóstico y tratamiento, así como la prevención y promoción de la salud mental. Para ejercer como psicólogo en el ámbito clínico y sanitario es imprescindible disponer al menos, del título de psicólogo general sanitario.

Un psicólogo clínico o psicoterapeuta dispone e interioriza una serie de habilidades terapéuticas, tales como la escucha activa y la empatía, y la aceptación incondicional, la autenticidad, la neutralidad y la competencia, que permitirán la realización de un óptimo abordaje psicoterapéutico. Asimismo, adquiere y pone en marcha el uso de determinadas herramientas o estrategias de carácter psicoterapéutico, demostradas como eficazmente válidas y útiles, adaptadas a su vez, a la idiosincrasia de la persona, y con el objetivo último que dicha persona pueda redescubrir tales recursos o consolidarlos como propios, fomentando así la propia sanación, pero también aumentando su autonomía y sentido de autoeficacia, todo ello, siempre, dentro de los parámetros éticos a nivel profesional, enmarcados en un código deontológico.

Se tiende a recurrir o solicitar un psicólogo clínico o psicoterapeuta cuando uno tiene un trastorno, problema o dificultad que necesita resolver, pero el alcance del psicólogo es mucho más que esto. Un psicólogo ofrece un discurso distinto que fortalece, potencia y fomenta toda la globalidad del ser humano, brindando recursos y estrategias que apuestan por su riqueza, tanto psíquica como física, y su crecimiento personal.

Un psiquiatra es un profesional de la salud con una formación universitaria en Medicina y una posterior especialidad en Psiquiatría. La Psiquiatría, aunque también se encarga del estudio, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades o trastornos mentales, se diferencia de la psicología en su objetivo, método, estrategias y foco de tratamiento, siendo éste último, en la mayoría de los casos, la contención, reducción y/o eliminación de los síntomas, y es la medicación, su tratamiento por excelencia.

El papel del psiquiatra será fundamental ante trastornos mentales severos o ante personas con trastornos o problemas que presenten una grave sintomatología. La medicación en el primer caso, será una herramienta vital que permita la estabilidad emocional de la persona, y en el segundo caso, resultará una herramienta útil y eficaz, que proporcione a la persona el impulso necesario para resolver sus dificultades.

En ocasiones, aunque no en todos los casos, el psiquiatra puede disponer de una formación en terapia, que le permita, en este caso, ofrecer distintas herramientas, además de la medicación.

Una psicoterapia es un proceso terapéutico en el que el psicólogo clínico o psicoterapeuta, le ofrece a quien lo solicita, una serie de recursos y herramientas útiles, eficaces y válidas a fin de reducir su sufrimiento y malestar, fomentar la identificación, expresión y gestión emocional, afrontar sus miedos, tomar decisiones adecuadas a sus necesidades, adaptarse a nuevas situaciones o momentos vitales, establecer nuevos estilos de vida, o aquello que necesite, a fin de mejorar su calidad de vida y alcanzar un bienestar óptimo.

Un proceso terapéutico se inicia mediante una evaluación inicial en el que el profesional obtiene la información necesaria a fin de comprender el origen del malestar, problema o trastorno, qué factores lo mantienen, el grado de repercusión que está generando en la vida de la persona, pareja o familia, pero también para alcanzar una visión amplia del mismo o de los mismos, que permita una óptima comprensión en toda su globalidad. Tal procedimiento prosigue con una orientación diagnóstica y el planteamiento y pacto entre profesional y solicitante o solicitantes, de unos objetivos terapéuticos, los cuales pueden variar a lo largo de la intervención. Tal planteamiento de objetivos se realiza junto a la descripción y aclaración del cómo, es decir, de la forma en cómo se alcanzarán los mismos, todo ello, fomentando a su vez, la autoeficacia y propia sanación del ser humano. Seguidamente se lleva a cabo la puesta en marcha de aquellos recursos y estrategias que permitirán el cambio. Tras la consecución de dicho cambio resulta necesaria la consolidación e integración del mismo dentro de los esquemas de la persona. Finalmente, con el fin de acompañar a la persona, pareja o familia, hasta el final de su proceso, se plantean las sesiones de seguimiento, en las que se fortalece y refuerza lo conseguido, y se plantean soluciones ante aquellas posibles dificultades que puedan surgir en el futuro.

Sentir tristeza o rabia, padecer estrés, vivir conflictos familiares, de pareja o relacionales, tener miedo a la soledad y al abandono, a las enfermedades, a la pérdida o a los cambios vitales, buscar verse bien físicamente, consumir algún tipo de sustancia tóxica, tener ciertas “manías”, o preocuparse ante determinadas situaciones, resultan circunstancias o momentos comunes y naturales en la vida de cualquier ser humano.

Sin embargo, si tales dificultades nos invaden a lo largo del tiempo, son muy intensas y duraderas, nos interfieren en nuestra rutina, nuestras relaciones, en el trabajo u otras áreas, nos dificultan tener un sueño reparador y una vida saludable, nos aíslan de los demás, nos impiden realizar aquello que deseamos, nos daña nuestra autoestima, y nos alejan de la realidad, resulta aconsejable buscar soluciones alternativas a aquellas a las ya utilizadas, siendo en estos casos, útil, la ayuda de un psicólogo.

Por otro lado, y enfocado hacia la psicología positiva, un psicólogo también ofrece la oportunidad de potenciar y fomentar las fortalezas del ser humano, brindándole recursos y estrategias que apuestan por su riqueza, tanto psíquica como física, y su crecimiento personal.

Pedir ayuda es un acto de honestidad, generosidad y valentía hacía uno mismo. Todo cambio representa una revelación, toma de conciencia y aceptación de nuestros miedos y limitaciones, presentes en todos y cada uno de nosotros. Supone a su vez, mantener la capacidad de tolerar la incertidumbre y la falta de control, siendo dos de las aptitudes más complejas para el ser humano. El valiente es, por tanto, quien está dispuesto a explorar, comprender, aceptar y aprender.

El ser humano es un ser dinámico y cambiante en su esencia. Si bien es cierto que la personalidad conforma un patrón aparentemente estático y estable través del cual la persona siente, piensa, actúa e interacciona, gran parte de dicho patrón se forma y fortalece en base a sus experiencias vitales y lo que aprende en ellas. Realizar un cambio es posible, pero asusta, puesto que acostumbra a ser un proceso difícil y angustiante que activa la incertidumbre, y nos hace dudar sobre si será peor el remedio que la enfermedad, si seremos capaces de conseguirlo, si nos gustará lo que encontremos al final del camino o cuánto perderemos y cuánto ganamos si cambiamos. Todo ello, puede generar la falsa sensación de imposibilidad de cambio y la conclusión de que “somos así, qué le vamos a hacer”. Venciendo tales barreras podrán alcanzarse aquellos cambios que permitan a la persona alcanzar un bienestar y calidad de vida óptimas.

La duración de un proceso psicoterapéutico depende de muchos factores. El tipo de problemática u objetivos quieren alcanzarse, el tiempo disponible para realizar el proceso, cuán rápido se quiere avanzar, posibles imprevistos o prioridades que surgen durante su curso, son algunos de estos factores.

Teniendo en cuenta lo comentado anteriormente, una terapia puede durar entre 3 y 6 meses a 2 o 3 años.

Se recomienda realizar, inicialmente, sesiones semanales que, posteriormente, se espaciarían hasta la finalización del proceso.

Se tiende a creer que la psicoterapia privada es cara. Podríamos considerar que así es, si pensamos que el trabajo de una psicoterapia sólo se ciñe al tiempo de las sesiones.

Para entender el motivo por el que una sesión de psicoterapia suele tener un coste que ronda entre los 50 y 80 euros, aquí tienes algunas de las razones principales:

  • A cada caso y persona se le dedica un tiempo a parte del de las sesiones, para la comprensión del problema y para el planteamiento de objetivos y plan de tratamiento, en el que el profesional se documenta y desarrolla el esquema de trabajo. Además, también le dedica un tiempo a cada sesión después de la misma y en muchas ocasiones, también antes, tiempo requerido para el correcto abordaje de las mismas. Asimismo, en algunos casos también se requiere un control entre sesión y sesión, la aclaración de dudas o comentarios por parte de la persona en cuestión, u otros aspectos que serán abordados en el espacio entre sesiones.
  • Existen una serie de gastos imprescindibles para ejercer la profesión: alquiler del despacho o local, las cuotas de autónomos, el establecimiento y mantenimiento de la protección de datos, las cuotas del colegio oficial de psicólogos, el seguro de responsabilidad civil, entre otros.
  • Se requiere una inversión de tiempo y dinero en formación, que se obtiene a través de masters, postgrados, cursos, libros, test psicológicos, etc., necesarios para poder ofrecer un servicio de calidad.

Actualmente, al menos en España, la salud pública apenas dispone de cobertura psicológica, lo que significa realizar largas colas de espera para acabar, con suerte, teniendo sesiones de media hora, cada tres semanas o una vez al mes. Es por ello que se hace necesaria la opción de ofrecer una asistencia psicológica en el ámbito privado, pudiendo hacerla posible contemplando todo lo ya comentado anteriormente.

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