El duelo no patológico

¿Qué es un duelo normal o no patológico?
Un duelo consiste en la reacción y el proceso que sigue una persona tras una pérdida. Un duelo no solo se manifiesta ante el fallecimiento de una persona querida. También aparece tras la pérdida de una etapa o ciclo vital, ante una separación o divorcio, la pérdida de un objeto, una relación de amistad o un empleo, cambio de residencia, etc.
Asimismo, el duelo no se representa de la misma forma cuando la persona ha fallecido por enfermedad, vejez, accidente, homicidio o suicidio. Se conoce que el duelo más traumático, es aquel en el que la persona fallecida ha tomado la decisión consciente de marcharse, de quitarse la vida. Es el duelo en el que más fuertemente se manifiesta un sentimiento común en cualquier pérdida, la culpa.
A su vez, no todas las personas manifiestan su dolor de la misma forma, aunque el motivo de la pérdida sea el mismo. Tampoco aparece de igual modo en los niños, los adultos, los ancianos y las personas con discapacidad mental. Todo ello nos hace reflexionar sobre el amplio abanico de reacciones que pueden producirse ante una pérdida.
Aquello que nos podrá ayudar a determinar si estamos ante un duelo normal o un duelo patológico no son tanto sus síntomas o cómo se manifiestan, sino su frecuencia, intensidad y duración, así como el grado en que tales síntomas o reacciones, interfieran en la vida del doliente a largo plazo. Aun así, esta información escatima de ser determinante si contemplamos todos los factores que entran en juego en este proceso, ya mencionados (tipo de pérdida, edad del doliente, edad del fallecido, etc.).
¿Cuáles son sus fases?
Según la psiquiatra Kübler-Ross, experta en materia del duelo, el DUELO NORMAL o NO PATOLÓGICO se describe en cinco fases:
Negación: en esta fase el doliente rechaza, consciente o inconscientemente, parte de lo ocurrido. Esta reacción nos permite tener tiempo para ir asimilando la pérdida dado que, al negar la experiencia, mitigamos el intenso dolor que se siente en estas situaciones.
Ira: en esta etapa la negación pierde fuerza. Con una negación menos intensa, la realidad de lo ocurrido adquiere una nueva posición, lo que enoja al doliente, invadiéndolo de rabia, resentimiento, rencor y sensación de injusticia. Estos sentimientos pueden ir dirigidos a algún familiar, amigos, a uno mismo e incluso proyectarse hacia la persona fallecida.
Negociación: en esta fase el doliente pretende pactar una nueva realidad en la que pueda volverse al pasado y conseguir que el fallecido siga vivo. Es la fase que, de un modo natural, perdura menos en el tiempo y resulta el último intento (después de la negación y la ira), antes de toparse con la pérdida en su más plena conciencia. Asimismo, dada su aparente “rareza”, el doliente difícilmente dará a conocer esta intención de pacto o negociación.
Depresión: es en esta etapa cuando el doliente se enfrenta a la total irreversibilidad de la situación, lo que conlleva un profundo sentimiento de tristeza, pena y dolor, teniendo la sensación de que este sufrimiento perdurará eternamente.
Aceptación: tras sufrir la pérdida en su más pura consciencia (etapa de la depresión), el doliente se permite aceptar la realidad de la situación, integrándola en su historia de vida, y tomando plena consciencia de la nueva realidad. Esto permite ir retomando la rutina y reestableciendo la vida del doliente.
Estas fases no han de producirse, necesariamente, de una forma lineal en el tiempo. Asimismo, la perdurabilidad de las mismas puede variar significativamente de unas personas a otras.
¿De qué manera se manifiesta el duelo?
Teniendo en cuentas las fases del duelo previamente mencionadas, es posible entender que el duelo pueda manifestarse de varias maneras. A través de los sentimientos (tristeza, enfado, culpa, ansiedad, soledad, impotencia, anhelo, alivio, etc.), las sensaciones físicas (opresión en el pecho, en la garganta, hipersensibilidad al ruido, sensación de falta de aire, debilidad muscular, falta de energía, sequedad de boca, vacío en el estómago, etc.), las conductas (soñar con el fallecido, evitar recordatorios del fallecido, suspirar, llorar, atesorar objetos que pertenecían a la persona fallecida, buscar y llamar en voz alta, entre otros) y las cogniciones (incredulidad, confusión, preocupación, obsesiones, alucinaciones breves y fugaces, sentido de presencia, etc.).
Algunas de estas manifestaciones se asemejan a los síntomas de un cuadro depresivo (lloros incontrolados, falta de apetito, insomnio, falta de concentración, tristeza, apatía o falta de energía, etc.) lo que puede generar confusión y alerta, pretendiendo, por tanto, eliminar estos síntomas o reacciones, para evitar la manifestación de un episodio depresivo o estado depresivo prolongado.
Planteándolo de este modo, entendemos que cuando un familiar, amigo o conocido, o incluso el propio doliente, minimiza (“todo pasará”, “la vida sigue”), presiona (“has de rehacer tu vida”, “él no querría verte así”, “hay que salir y distraerse”, “no te atormentes más”) o busca el lado positivo de lo ocurrido (“ya no sufre más”, “ya descansa en paz”), lo que se pretende principalmente es mitigar el dolor. ¿Pero es esto posible?, ¿es útil? Las reacciones que, en el caso de la pérdida, se asemejan a una depresión, no son más que manifestaciones naturales del duelo que le permiten al doliente prepararse para vivir sin la persona fallecida o aquello perdido, reorganizar su vida, procesar y aceptar lo ocurrido, siendo, por tanto, una garantía para evitar que la pérdida reste “enquistada” en nuestras redes de memoria, a largo plazo.
¿Qué puedes hacer si ers un familiar, la pareja o un amigo del doliente?
Escúchale.
Muéstrale disponibilidad.
Comparte tu dolor con él o ella.
Evita frases hechas: “ha sido lo mejor”, “ya no sufre”, “tienes que olvidar”, “fue mejor así”, “el tiempo todo lo cura”, “dejó de sufrir”, “es la voluntad de Dios”, “es ley de vida…”.
Acepta que quiera estar solo o sola.
Acepta su sufrimiento.
Evita que se sienta culpable: “has de estar bien por tu familia”, “hazlo por tus hijos…”.
Asegúrale que no olvidaréis a la persona fallecida.
¿Qué puede ayudarte si eres el que ha sufrido la pérdida?
Busca apoyo en familiares, amigos, pareja y/o grupos de apoyo.
Respeta tus tiempos y aquello que sientes.
Expresa y comparte tus emociones.
Llora si lo necesitas.
Permítete distraerte y sonreír.
Toma decisiones cuando estés preparado, sin prisa.
Cuida tu alimentación y tu sueño.
Puedo acompañarte en tu proceso de duelo. ¡No dudes en ponerte en contacto conmigo!
Alicia Canales Aguilar
Psicóloga y Psicóloga General Sanitaria.
Especialista en psicoterapia para adultos y terapeuta de parejas.
Col. núm. 18089.